sábado, 18 de octubre de 2008

La vida de todos tiene reveses, circunstancias y pruebas a veces muy amargas. Yo estoy pasando por momentos en los que todo es oscuridad, tristeza, lágrimas y dolor. ¿Qué hacer entonces? ¿De dónde agarrarse para no sucumbir? ¿Qué cosa o quién será capaz de devolverme la paz interior? ¿Quién podrá enjugar mis lágrimas de dolor e iluminar de nuevo mi vida, dándole sentido e inyectándole renovado entusiasmo? Creo saber, que sí, hay alguien que sana las heridas más dolorosas, que consuela las penas más profundas y que alegra los más tristes momentos de la vida. Siempre he odiado llorar pero hoy, estas lagrimas amargas se deslizan con dolor, con rabia, mis lagrimas saladas, penetrantes, insensibles para mis ojos y mi corazón, les pongo mis palabras, las dejo seguir su camino, que pasen por mi cara, lleguen a mi cuerpo, lo hagan trizas porque prefiero el dolor físico que el dolor que siento ahora, un dolor más allá de lo predecible, se escapa hoy de mi, salió, justo hoy, esta mañana, esta mañana de lagrimas amargas.

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